El valor sociosexual

¿Acaso piensas que escoges libremente a tus parejas? ¿Crees que todo el mundo es superficial, menos tú?

Temazo ágamo donde los haya, me atrevería a afirmar que el valor sociosexual es el concepto más extendido y aceptado fuera de la agamia.

¿Qué es el valor sociosexual? Comencemos por la intuición: ¿Recuerdas alguna vez en la que has escondido a tu entorno un ligue o incluso una pareja, para evitar comentarios despectivos sobre ella? ¿Las ocasiones en la que tu círculo ha puesto nota sobre 10 a alguien con quien salías o te han dicho «es demasiado/muy poco» para ti? ¿Las opiniones calladas sobre que alguien te atraía, para evitar mofas? Detrás de esas decisiones, tomadas ya sea con 15 años o con 40, se halla el valor sociosexual.

Otro supuesto: ¿Qué me dices de los escenarios donde un grupo de personas ha tratado de consquistar, parecido a una bandada de buitres o una jauría de hienas, a la persona más atractiva del trabajo, de clase, o de una fiesta? La gloria de pasear con el rey o la reina (el mundo es así de binario) del brazo.

Bajo ambas conductas, de ocultación la primera y de obtención la segunda, hallamos al valor sociosexual. Este concepto se define como: El precio en el mercado sexoafectivo de una persona, pero no según nuestro criterio, sino el de lxs demás. Es decir, el valor que sospechamos, tendrá esa persona ante el mundo. En esta estimación cuentan: El físico, la edad, el género, el nivel socioeconómico, el nivel educativo, la etnia, el carácter autóctono o foráneo, las capacidades… Criterios en su mayoría, no elegibles ni modificables. Además, este valor puede variar según el contexto, así como los criterios predominantes: Por ejemplo: Ante la familia puede contar más el nivel educativo y socioeconómico de la pareja, mientras que para las amistades puede importar más el físico. En la estructura gámica, nuestra pareja nos representa de alguna manera (Y quien diga que no le importa lo que le digan de su pareja, miente descaradamente). Curiosamente, no nos cuesta nada imaginar al resto de la Humanidad influida por este esquema, pero nadie reconoce que también le afecte y la mayoría cree ser «la excepción».

Caben resaltar los fenómenos de aceptación y adaptación a nuestra posición en la escala del valor sociosexual. Al principio somos todxs muy ingenuos y en la adolescencia nos permitimos desear a gente que luego aprenderemos que está fuera de nuestro alcance: Modelos, cantantes, famosxs con cuerpos esculturales… Durante esa primera fase, mientras apenas hemos incursionado en la selva sexual y no tenemos ninguna experiencia relacional que nos indique lo contrario, nos permitimos soñar a lo grande. Como cuando paseas por la calle Serrano de Madrid y te fijas en una chaqueta magnífica, preciosa, la necesitas… Hasta que ves que su precio es tu sueldo de un mes y de pronto, te parece horrenda. Con el tiempo, comprobamos que como mucho podemos aspirar a nuestrx vecinx, a un/a compañerx de la facultad o del curro, cuyo físico queda lejos del ideal. Pero no lo reconoceremos, sino que elaboraremos una narrativa según la cual, hemos madurado y estamos por encima del atractivo físico que, como sabemos, es sólo cosa de gente superficial.
Tal madurez no existe; no es más que un recalibrado, una resignación, conformarse con lo que más se parece a nuestra primera opción. Como no hemos conseguido la medalla de oro, nos quedamos con el premio de consolación. Pero al mundo le diremos que no, que en realidad el premio de consolación fue siempre la medalla de oro, debido a ciertas cualidades que sólo nosotrxs, personas maduras y emocionalmente superiores sabemos apreciar; y por supuesto, en virtud del verdadero amor, asequible sólo a almas elevadas.

¿Es, en sí mismo, «mala cosa» que exista una jerarquía? Siempre seleccionaremos con quiénes deseamos relacionarnos. Si dicha jerarquía se estableciese en base a valores elegibles (Por ejemplo: Yo decido si ser más amable o no, más generosa o no) que afectasen mi buena o mala actitud hacia mi vínculo (Otro ejemplo: Descartar como vínculo estrecho a alguien por su carácter violento), no habría inconveniente. Éste se genera porque, como se ve arriba, los criterios son entre muy difíciles de cambiar o con escaso margen de mejora (como el nivel socioeconómico, el género o el físico), cuando no resulta imposible (como la edad o la etnia). La cuestión es ¿Estamos dispuestes a deconstruir el deseo? Cuando he sacado el tema fuera de la Agamia, las personas suelen asumir bastante bien el baremo del valor sociosexual cuando son elles quienes eligen; sin embargo, protestan cuando el sistema los deja «fuera del mercado».

Si te ha sabido a poco el post, hay más información y una reflexión más meticulosa sobre este tema en el blog contraelamor.com.

Tema interesante ¿No crees? Si te queda alguna duda, los comentarios serán más que bienvenidos ¡Gracias por tu atención!

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